viernes, 8 de julio de 2011

Mario Postigo

Mario Postigo es el tío más loser de la Historia de la música pop española. 

Trabaja de noche, en "El 33", un bar que cierra a las cinco, pero claro, hay que recoger y Mario no sale hasta las seis... y si encima le toca hacer caja, despídete, porque casi siempre se le hace de día. 

Mario está liado con una tal María, una dependienta de ElCorteInglés a la que tiene más abandonada que un descampao. Cada madrugada, cuando Mario vuelve del curro, María ha hecho la casa, ha hecho hasta el café... y tiene ganas de que le den lo suyo y lo de su prima, pero a Mario no se le levantaría ni con poleas, así que pasa de ella y se va a dormir... ¡y entonces es por eso que ella decide mojar unas extrañanas magdalenas del sexo convexo en el café! No sé qué tal son esas magdalenas, pero si son como las del DIA, ya te digo yo, María, cari, que si las mojas en el café se te deshacen... El caso es que María se va a su curro en el CorteInglés más caliente que la plancha de un burguer, pero eso sí, desayunada, que es muy importante. 

Tras estar todo el día aguantando chonis en ElCorteInglés, cuando María regresa a casa, resulta que no hay más que un somier, taciturno que usar por turnos. Vamos, que una de dos: o a los desgraciaos estos les han roba'o y los cacos les han deja'o el somier por no bajar cargados los cinco pisos sin ascensor... o también puede ser que Mario y María desconozcan que encima del somier, para dormir bien, se pone un colchón. 

Así las cosas, ante semejante panorama, se conoce que María está muy harta. Mientras, Mario ya está currando en el bar donde pone copas... pero una noche, resulta que hay una redada, por lo que deducimos que en una coctelería del Barrio de Salamanca, el chico no trabaja. El caso es que esa noche, Mario sale a las cinco menos diez de dicho bar de mala muerte y, con la excitación de la redada, se conoce que tiene ganas de mandanga. De hecho, cuando llega a su calle, Mario se pone tontorrón viendo a unos novios magreándose en su portal. A punto ya de sacarse la chorra, Mario desubre con estupor que los novios que se magrean en su portal no son otros que María y otro fulano. ¡Menuda campaná! 

Pero ahí no queda la cosa, porque resulta que Mario, María y el fulano, ¡no están solos en todo esto! Al parecer, según las noticias de la mañana siguiente, en el portal también había dos yonkis –muy típicos de las canciones de los ochenta– que para más inri, estaban con el mono y que claro, en ese estado no respetan ni a su madre. Así que, le asestan tres navajazos al desgracia'o de Mario, que se conoce que no llevaba suelto y no les pudo dar pa' caballo... y así acaba todo. El desgracia'o de Mario, que llevaba meses sin echar un polvo, durmiendo en un somier y trabajando en una barra americana, la palma delante de su churri y del queridongo que la muchacha se había buscado. Y mira si el pavo es desgracia'o, que no le da tiempo a darse cuenta de que lo de los yonkis es una patraña que se han inventado los de las noticias –y los de Mecano– porque aquí lo único que está claro es que María y el fulano estaban conchavados y tenían planeado deshacerse del loser de Mario y largarse a Bora-Bora. 

Al próximo que me diga que la música pop española no tiene canciones con mensaje le cruzo la cara.

lunes, 20 de junio de 2011

Antonina

"No sabes lo que es esperar durante horas una llamada; te entran ganas de estrangularte con el cable", le decía Pepa a un Antonio Banderas tartaja y con pinta de pazguato en "Mujeres al borde de un ataque de nervios". "De lo que te entran ganas es de llenar la bañera de agua, meterte dentro y electrocutarte con el iphone", le diría yo a la Pepa. Bueno, y también le diría que el gazpacho con orfidal me sale cojonudo. Mejor que a ella. Eso sí, una vez intenté quemar una cama kingsize como ella y desde entonces no me crece pelo en la nariz. El caso es que, desde hace un mes, vivo pendiente de un aparato de unos doce centímetros, táctil, que vibra y funciona con batería. Y también vivo pendiente de mi iphone. 

Y mientras espero "La Llamada", me entretengo a la antigua, por más iphone que tenga. ¿Cómo? Pues como toda la vida se ha hecho desde que el hombre es hombre, la mujer es mujer y Falete es... gordito: me ha dado por espiar (más) a mis vecinos. Concretamente, a mi vecina Antonina. No la conozco en persona, pero ni falta que me hace. Si me la cruzara en el ascensor sabría que es ella, porque debe de oler más a curry que la túnica de Gandhi. 

La tal Antonina sufre un trastorno psicológico complejo que, para abreviar y no meternos en vocablos hipocráticos, podríamos resumir como: "que está loca del coño". Y además, es una loser del quince; una auténtica desgraciada de manual. 

Resulta que Antonina tenía un marido, al que tampoco tengo el placer, pero todo se andará. Un día, el marido, por aquello de buscar fuera de casa lo que no le dan dentro –motivo que para mi abuelo estaría más que justificado por ser más básico que el hilo negro– decidió cruzar el rellano, bajar un par de pisos, llamar a las puertas del amor... y le abrió la portera, una chica rellenita, de la Europa del este, y más escasa de cariño que de alimentos. Antonina, que debe ser la Jessica Fletcher de Plaza España, descubrió el pastel en cero coma, y puso al marido de patitas en el portal, el portal del amor. 

Desde aquel día, mañana tras mañana, los vecinos de Leganitos18 asistimos a una pelea de gatas de máximo nivel, con todos los ingredientes del terrorismo psicológico que sólo son capaces de perpetrar las harpías de categoría superior, como Antonina, Ángela Channing o Curry Valenzuela. A saber; uno: insultos escritos en el portal, de elaborado y prosáico nivel sintáctico tipo tertuliana de Tele5 –mi preferido es "Antonina, guarra"–. Dos: cubos de agua con lejía lanzados al patio por Antonina (la guarra) cuando casualmente la portera se encuentra fregándolo. Y tres: cinco kilos de curry en polvo esparcidos en el ascensor cada mañana justo cuando la bendita portera ha acabado de limpiarlo. 

Así que, desde que esta guerra viene sucediendo, la portera se ha convertido en la tía más culta y más leída de España, lo que vendría a ser la Punset de las porteras. Me explico: tras el vaciado diario del primer bote de kilo de curry en el ascensor por parte de Antonina –lo cual sucede siempre a las 10:05 de la mañana con puntualidad británica– la portera se enfrasca en la lectura de una novela, ensayo o folleto del gimnasio, (o lo que sea que tenga letras y sentido) mientras sube y baja constantemente, durante dos horas, los seis pisos del bloque sin salir del ascensor. Todo para que Antonina no se deshaga de sus botes de especias, que en verano y en ese ascensor, huelen como las cañerías de un bar de  Lavapiés. 

Así las cosas, ¿quién quiere un iphone cuando tiene a la versión rumano-cañí de Krystle y Alexis Carrington tirándose especias a la cabeza en su propio ascensor? ¡Yo no! ¡Es más, espero que "la llamada" que no llega desde hace un mes no llegue nunca!, o de lo contrario tendré que seguir esta guerra con corresponsal. Y eso no es nada molón. Es como ver la gala de "Supervivientes" en laSiete... Y además, ¿quién me va a resumir a mí la trama de "Los pilares de la tierra" cada mañana mientras cojo el ascensor?

sábado, 18 de junio de 2011

la primera tele del pueblo

Mi tío Rafa tuvo la primera tele del pueblo. Era un cacharro de la marca Phillips que le trajo su consuegro de Alemania, a principios de los sesenta, cuando en mi pueblo todavía no había calles asfaltadas y mis abuelos hacían caca en un agujero en el patio, mientras alguna gallina les picoteaba las uñas de los pies.

Mi tía Lolita, su señora –en el sentido más feudal y posesivo de la palabra: mi tío era un calzonazos– lo dispuso todo para celebrar la llegada del primer televisor del pueblo como aquello se merecía. Mató tres conejos del corral, los preparó fritos con ajo y tomate, y llamó a su hermana Matilde y a su cuñada Rosa –mi abuela– que acudieron a cenar con sus respectivas criaturas, cónyuges y ensaladillas rusas cocinadas por ellas. 

Mi tía Lolita siempre contaba cómo a mi tío Rafa le temblaban las manos mientras se preparaba el vermouth con sifón, desenrollaba los metros de cable de aquel cacharro y disponía la antena como le había enseñado su colega de un taller de la capital. ¡Iban a ver la televisión! ¡Iban a ser los primeros! ¡De todo el pueblo! ¿Cuál sería la primera imagen que verían? 

De toda la familia, mi abuela Rosa era la única que no le prestaba atención al cacharro, porque estaba convencida de que, como el aparato venía de Alemania, iban a ver alguna película alemana o cualquier cosa en alemán. Cuando por fin mi tío Rafa consiguió conectar el cacharro a la luz y la antena al cacharro, y cuando de los tres conejos sólo quedaba uno sobre la mesa, mandó callar a todo el mundo. 

En aquel momento, en medio de aquel silencio, mis tíos, mi abuela, mi padre –que entonces tenía diez años–, sus primos, los dos perros y el canario de mi tía Lolita, todos, eran conscientes de que iban a asistir a un momento histórico, irrepetible, algo que no olvidarían nunca. Algo que iban a contar a sus vecinos al día siguiente.

Mi tío Rafa, con la misma mano en la que sostenía su vermouth con sifón, le dio al botón de encendido del UHF. 

Y entonces se fue la luz. 

Éste es un blog para aquellos desgracia'os que un día decidieron ser los primeros en tener la tele... y se les jodió la red eléctrica. Éste es un blog, en definitiva, para esa gente a la que las cosas nunca acaban de salirles bien; pesimistas, losers, protagonistas de las películas de los Coen, perdedores en general, a los que siempre les quedará el mal de muchos, y el consuelo de tontos.